La obsolescencia programada: ¿un consumo infinito?
Vivimos en la era de los productos perecederos, que salen al mercado con un tiempo de vida programado, y que nos sumerge en un bucle de consumo.
¿Te has preguntado alguna vez cuánto tiempo te durará el próximo ordenador? Los fabricantes lo saben. Mientras tú compras el modelo X, ellos ya están desarrollando el modelo Y o Z. Todos los productos tienen fecha de caducidad para potenciar el consumo.
Los smartphones son un claro ejemplo de consumo efímero. Aún si eres de l@s que no necesita tener el último modelo, de alguna manera, no podrás mantener el mismo smartphone durante mucho tiempo. La batería empezará a deteriorarse y no habrá nuevas actualizaciones del sistema operativo. ¿Te suena?
Si echamos un vistazo alrededor, nos daremos cuenta de que esto ocurre constantemente. Los fabricantes planean la caducidad de sus productos haciendo que pierdan calidad y funcionalidad para quedarse obsoletos tras un tiempo determinado.
Impacto en la sociedad y el planeta
¿Cómo se traduce la obsolescencia programada en nuestro día a día? En crear deseos que sentimos como necesidades.
Como si de la pasarela Cibeles se tratase, la mayoría de los productos se vuelven como la moda, de una temporada a otra los creemos desfasados y necesitamos un juguete nuevo.
Este consumo innecesario tiene un nombre: obsolescencia psicológica, es decir, hacernos creer (casi sin que nos demos cuenta) de que lo que tenemos ya no vale.
Pero esto no acaba aquí. Este consumo innecesario no solo tiene un impacto en nuestra percepción de la realidad, sino también y por desgracia en nuestro planeta.
El constante usar y tirar genera una cantidad de residuos descomunal. No somos conscientes de ello o parece que no queremos serlo, porque total, mientras no nos llegue la basura a la puerta de casa… Sin embargo, el planeta ya está pagando por nuestras consecuencias, es nuestro hogar y tarde o temprano a nosotros también nos tocará pagar por nuestros hechos.
Productos sin obsolescencia programada
¿Existen en realidad productos sin fecha de caducidad? La respuesta es sí.
Todo empezó con la bombilla. En el siglo XIX las bombillas duraban más de 100 años. Prueba de ello es la Centennial Light o bombilla centenaria, que lleva encendida desde 1901 en la estación de bomberos de Livermore, en California. Hoy en día aún se puede ver una imagen en vivo aquí.
Sin embargo, en 1924 se creó el cártel Phoebus que estableció una norma para controlar la producción de bombillas. A partir de entonces, la duración de una bombilla se limitaba a las 1000 horas. Los fabricantes que no siguieran esa norma serían multados.
En 1929, con el comienzo de la Gran Depresión, millones de personas perdieron sus puestos de trabajo en Estados Unidos. En busca de una solución para incitar al consumo, reavivar la producción y recuperar el empleo, Bernard London hizo la primera sugerencia sobre la obsolescencia programada. Sin embargo, la idea solo se puso en práctica 20 años más tarde cuando Brooks Stevens, un diseñador industrial, comenzó a fabricar productos con un diseño que incitara al consumo. Igualmente viajó por todo EEUU para promover su discurso de la obsolescencia programada.
En 1981 una fábrica de Berlín volvió a fabricar una bombilla de larga duración. Se presentó en la feria internacional de Hannover pero los países occidentales rechazaron la idea, la fábrica cerró y dejó de producirse.
Aunque parezca mentira, otro producto irrompible son las medias. Sí, esas que hoy en día se rompen cada dos por tres. Las fabricó por primera vez la empresa DuPont en 1939 con un material llamado nylon.
En su publicidad se hacían eco de su durabilidad, ligereza, elasticidad y facilidad para lavarlas y secarlas. Las llamaban el milagro de nylon. Incluso las sometían a grandes pruebas de resistencia para demostrar su calidad.
Pronto se dieron cuenta de que el nylon era demasiado resistente y las ventas disminuirían. Así que empezaron a fabricar medias más frágiles para incentivar el consumo. Y con ello, el hilo eterno desapareció.
El coche es otro producto que en sus inicios tenía una durabilidad y funcionalidad excelentes. Henry Ford produjo el modelo Ford T en 1908 y aunque era bastante ruidoso, su calidad era fantástica y se vendía como los churros. A su principal competidor, General Motors se le ocurrió que en lugar de ganar a Ford en ingeniería, lo haría en diseño. Así que empezó a producir coches con diferentes diseños y a un precio más bajo para que los consumidores los cambiaran cada 3 años. A Ford no le quedó más remedio que cambiar también su estrategia.
Apple también hizo de las suyas. A pesar de aparentar ser una empresa moderna y avanzada, también jugó con la obsolescencia. Cuando lanzó al mercado el iPod, ningún consumidor sabía que su batería solo duraba 18 meses sin poder cambiarla ni repararla. La única solución era adquirir un iPod nuevo.
Los hermanos Neistat hicieron un vídeo sobre esta problemática (iPod’s dirty secret) y Apple fue demandada de manera colectiva en 2003. A pesar de ello, el caso nunca llegó a juicio. Apple acordó alargar la batería del iPod 2 años y ofrecer un descuento por la compra de un nuevo producto de Apple.
Iniciativas contra la obsolescencia programada
¿Existe esperanza ante esta insostenible situación? Aunque es difícil luchar contra todo un imperio de obsolescencia programada, sí que existen iniciativas que poco a poco van calando en la sociedad.
¿Conoces a Benito Muros? Es un ingeniero creador del movimiento SOP (Sin Obsolescencia Programada), conocido por haber diseñado una bombilla que dura 90 años. Este invento no le trajo más que quebraderos de cabeza, amenazas y descrédito por parte del resto de la industria. Lejos de rendirse, Benito creó la Fundación Feniss, para apoyar a fabricantes de productos de larga duración y el sello ISSOP (Innovación Sostenible Sin Obsolescencia Programada), que certifica los aparatos sin obsolescencia programada.
Benito nos asegura que la razón por la que que no se fabrican productos más duraderos o que se puedan reparar es porque
esto obedece a un modelo económico basado en el crecimiento, el crédito y la obsolescencia programada que nos han dado los políticos, los poderes económicos, los bancos y los fondos de inversión que está basado en el consumo y en la destrucción de la naturaleza, y que nos está llevando a la ruina más absoluta.
La solución sería un cambio hacia una economía sostenible y de consumo responsable pero, ¿cómo comenzamos? No es una tarea fácil pero tampoco imposible. Según Benito:
Lamentablemente lo que vemos todos los días son economistas y políticos que nos dicen que tenemos que volver al crecimiento, a consumir, etc. Cuando vemos cada día que esto nos ha llevado a crear paro, a que los bancos se queden con las viviendas de la gente y a reducir la inversión en sanidad, en política social, en educación, en vivienda, etc. (…) Tenemos que ir a un crecimiento sostenible. Eso haría que las fábricas volvieran a Europa y no necesitaríamos fabricar cosas que se estropeen. De esa forma no sería necesario trabajar tantas horas al día. Trabajamos lo mismo ahora que al principio de la revolución industrial. No tiene ningún sentido si existen las máquinas, la tecnología. Las fábricas no se irían a países donde no se respetan los derechos laborales. Se crearía un mercado de segunda mano (…) Los únicos que se verían afectados por este nuevo modelo económico serían las grandes fortunas, los bancos, los fondos de inversión que están perfectamente organizados para decidir lo que tenemos que hacer y las políticas sociales que nos tienen que aplicar los políticos que están a su servicio.
Además de las iniciativas propuestas por Benito, también existen otras interesantes como la de la ONG española Amigos de la Tierra conocida como la “Alargascencia”. Se trata de una red de establecimientos para la compraventa, alquiler o reparación de bienes de segunda mano.
Otras iniciativas similares de donación, reparación e intercambio son nolotiro.org, repaircafe.org, ifixit.com y koopera.org.
¿Qué podemos hacer nosotros?
Vivimos en una era de consumo, crecimiento y producción ilimitada que no son sostenibles para el planeta. ¿Cómo puede ser que una lavadora que antes duraba 20 años ahora dure 5 o 6 a pesar de contar con una tecnología más avanzada? Los ingenieros se han vuelto destructores de sus propias creaciones, lo cual va en contra de su propia ética.
El mundo es suficientemente grande para satisfacer las necesidades de todos, pero siempre será demasiado pequeño para la avaricia de algunos, Gandhi
¿Sabías que gran parte de nuestros residuos tecnológicos terminan en África? A pesar de que existe un tratado internacional que prohíbe enviar residuos a países del tercer mundo, estos siguen llegando ya que son declarados de segunda mano.
Ghana se ha convertido en el basurero del mundo. Muchos de sus habitantes intentan reparar algunos de los objetos para poder venderlos pero más del 80% son totalmente inservibles.
¿Qué podemos hacer para luchar contra la generación de residuos y la obsolescencia programada?
- 🛒 Cambiar nuestros hábitos para abandonar el consumo indiscriminado. ¿Por qué comprar cosas que no necesitamos? No somos más felices por consumir más.
- 🛠️ Decantarse por la reparación, alquiler, intercambio, donación o compraventa de artículos de segunda mano.
- ♻️ Adquirir productos sin obsolescencia programada y respetuosos con el medio ambiente para reducir nuestra huella de carbono.
Pero no solo somos nosotros los que tenemos que cambiar nuestros hábitos de consumo, sino también las propias empresas y gobiernos. Por ejemplo, desarrollando productos que se puedan reutilizar o cuyas piezas sean reemplazables o en propuestas que eviten generar tanta basura, como los avances en bacterias que consumen plásticos residuales.
Si cada uno de nosotros aporta su granito de arena, podremos luchar contra nuestro ego y todo el mal que seguimos generándole al planeta.